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Maíz transgénico en México (página 2)



Partes: 1, 2

El primer reporte se presento en 2001, donde los cultivo
de transgénicos sin autorización han provocado un
alto nivel de flujo genético de maíces
transgénicos producidos industrialmente hacia poblaciones
de maíces criollos en Oaxaca, México (Quist y
Chapela, 2001). Dicho artículo fue deslegitimado por la
propia revista Nature, aceptando que no
correspondía la contaminación genética de
los maíces de Oaxaca, manifestándose aquí un
emblema de deterioro y desprestigio al que ha llegado la ciencia
actual. Donde la supuesta revista científica más
prestigiosa de la historia, terminó plegándose y
corrompiéndose frente al poder infinito de las
corporaciones (Toledo, 2009).

También en ese mismo año (2001) un grupo
de productores de Oaxaca, solicitó a un laboratorio de la
Universidad de California, en Berkeley, EUA, que realizara un
análisis genético de sus cultivos. Dichos
análisis arrojaron que su maíz contenía
fragmentos de ADN resistente a glifosato, un herbicida
comercializado por Monsanto. El glifosato elimina
cualquier yerba, excepto aquellas cambiadas genéticamente
para tolerarlo. La investigación publicada en la revista
científica Nature, se refiere a que la
contaminación genética podía deberse a la
transferencia de genes entre las variedades nativas de
maíz y las de maíz GM, que se pudieron haber
infiltrado. Aunque esta declaración fue cuestionada, sin
embargo causó revuelo porque México es considerado
centro de origen del maíz (Rangel, 2014). Es decir fue
aquí donde se domesticaron y se diversificaron alrededor
de 60 razas y miles de variedades nativas de este grano que
después se dispersaron al resto del mundo (Greenpeace,
2013; Rangel, 2014), y que de ser contaminadas con ADN
sintético podrían perderse estos genes para siempre
(Rangel, 2014). Estas razas y miles de variedades de maíz
están en poder de los 62 grupos étnicos de nuestro
país y donde sus ancestros fueron los creadores
legítimos y quienes con su trabajo han conservado por
siglos la biodiversidad de este grano (Greenpeace,
2013).

El caso anterior sentó un precedente que
advertía de la vulnerabilidad del maíz mexicano
ante contaminación génica, debido a que esta planta
se reproduce por polinización abierta (el polen es
dispersado por viento e insectos), pudiéndose cruzar con
otras plantas de la misma familia (Rangel, 2014).

Las autorizaciones de siembras experimentales y piloto
de maíces transgénicos solicitadas, por
Monsanto y otras corporaciones, significaría que se
generalizará la presencia del transgén en regiones
productoras de maíz y en pocos ciclos todas las variedades
nativas tendrán transgénicos contaminantes.
Habrá en las variedades nativas de maíz gran numero
de contaminantes al grado que no podrán sobrevivir y
podría presentarse una catástrofe genética
para México y para la humanidad entera (Espinosa et al.,
2010).

En marzo del 2009, las autoridades mexicanas modificaron
el reglamento de la Ley de Bioseguridad de Organismos
Genéticamente Modificados para evadir la
implementación de un régimen de protección
especial al maíz y el mapeo de sus centros de origen en el
territorio e ignoraron el llamado de los científicos,
productores y consumidores a no autorizar la siembra experimental
de maíz transgénico en los estados de Sinaloa,
Chihuahua, Tamaulipas, Coahuila, Baja California Sur, Sonora,
Nayarit y Durango. Esta decisión irresponsable
sirvió para apoyar los intereses de las empresas que
detentan la patente de las semillas genéticamente
modificadas que amenazan nuestros campos. Hoy el maíz de
diversas regiones de nuestro territorio está en riesgo de
sufrir contaminación genética, ya que está
demostrada la imposible coexistencia de variedades
transgénicas y nativas por el flujo del polen y el
intercambio de semillas, práctica común en la
agricultura mexicana, además de que las medidas de
bioseguridad para los cultivos transgénicos son
débiles ya que no contamos con un sistema de biomonitoreo,
inspección y vigilancia para las importaciones
(Greenpeace, 2013).

Las autorizaciones por parte del gobierno mexicano, de
las solicitudes de la trasnacional Monsanto para sembrar
maíz transgénico en Sinaloa y Tamaulipas, en fase
piloto, lo que es grave, porque pone de manifiesto que lo que el
gobierno llama etapa "experimental" es nada más una
fachada para abrir la siembra comercial de maíz
transgénico a gran escala, con la inevitable
contaminación transgénica de los demás
maíces en el país. Los transgénicos tienen
problemas desde todos los ángulos que se les mire: pese a
las mentiras que difunden las trasnacionales (las únicas
que ganan), las estadísticas muestran que tomados en
varios años, grandes volúmenes y superficies, en
promedio rinden menos y usan mucho más agrotóxicos.
Existen compilaciones importantes de asociaciones médicas
y otros científicos que muestran que los
transgénicos tienen impactos en la salud humana y animal
(incluyendo alergias, infertilidad, desregulación inmune,
afectación de hígado, bazo y páncreas, entre
otras) y en la biodiversidad (Ribeiro, 2010).

En un estudio de la Universidad de Arkansas
mostró que los transgénicos, además de la
contaminación omnipresente en zonas cultivadas, se
reprodujeron en la naturaleza y están invadiendo
áreas naturales con impactos sobre insectos y plantas
(Ribeiro, 2010; Madridejos, 2010). Aquí los investigadores
estadounidenses han documentado que numerosas plantas de colza
modificada genéticamente se encuentran creciendo de forma
silvestre en las orillas de las carreteras y en otros terrenos
baldíos, lejos de los cultivos donde fueron plantadas, lo
que supone la mayor evidencia hasta la fecha de que las
variedades transgénicas pueden sobrevivir y prosperar sin
necesidad de cuidado alguno (Madridejos, 2010).

Otro estudio de la organización Testbiotech de
Alemania, muestra que la leche, órganos y carne de cabras,
peces y cerdos que comen maíz transgénico contienen
trazas de ADN transgénico (Ribeiro,
2010).

No es posible la coexistencia entre maíz nativo y
maíz GM, ya que la presencia de genes
transgénicos puede poner en riesgo a los maíces
nativos por la polinización que existe en el caso del
maíz, que no es posible confinar (Turrent,
2014).

La idea de dividir al país en el Norte y el Sur,
una idea que han apuntalado empresas biotecnológicas y
funcionarios del gobierno federal, es imposible porque la
contaminación transgénica con los animales
invasores no respetan las fronteras (Alvarez y Piñeyro,
2014).

En el año 2012, un equipo científicos de
la Universidad de Caen y Verona, Francia, liderados por
Gilles-Éric Séralini publicó en la revista
Food and Chemical Toxicology, un artículo mostrando que
ratas de laboratorio alimentadas con maíz
transgénico de Monsanto (precisamente maíz
MON603 de Monsanto), durante toda su vida, estas
desarrollaron cáncer en 60-70 por ciento (contra 20-30 por
ciento en el grupo de control), además de problemas
hepato-renales y muerte prematura. Como corolario sucede una
retractación de la revista y el desarrollo de una agresiva
campaña de ataque contra el trabajo de Séralini,
claro orquestado por las trasnacionales. El caso recuerda la
persecución que sufrió Ignacio Chapela cuando
publicó en la revista Nature que había
contaminación transgénica en el maíz
campesino de Oaxaca. En otro contexto, pero sobre el mismo tema,
Randy Schekman, galardonado con el Nobel de Medicina 2013, al
recibir el premio llamó a boicotear a las publicaciones
científicas de las revistas como Nature,
Science y Cell, por el daño que le
están haciendo a la ciencia, al estar más
interesados en impactos mediáticos y ganancias que en la
calidad de los artículos. Schekman aseguró que
nunca más publicará allí y llamó a
publicar en revistas de acceso abierto, con procesos
transparentes. El estudio de Séralini es muy relevante
para México, porque las ratas fueron alimentadas con el
maíz de Monsanto, el mismo que las trasnacionales
solicitan plantar en más de millón de
hectáreas en el Norte del país. Si se aprueba la
siembra, este maíz entraría masivamente en la
alimentación diaria de las grandes ciudades del
país, cuyas tortillerías se abastecen
principalmente en esos estados. Como México es el
país donde el consumo humano directo de maíz es el
más alto del mundo y durante toda la vida, entonces el
país se convertiría en una repetición del
experimento de Séralini, con gente en lugar de ratas, con
altas probabilidades de desarrollar cáncer en algunos
años, en un lapso de tiempo suficiente para que haya
cambiado el gobierno y las empresas nieguen su responsabilidad,
alegando que fue hace mucho y no se puede demostrar que el
maíz transgénico sea una causa directa (Ribeiro,
2013).

El semanario francés Le Nouvel
Observateur
, documento las implicaciones del
experimento, debido a las características e implicaciones
globales, la operación de conseguir las semillas de
maíz transgénico NK603, como era propiedad
patentada de Monsanto, se debió realizar una
maniobra con estricto sigilo, por parte Sèralini y su
equipo. De donde se obtuvo la semilla fue de una escuela de
agricultura en Canadá y después transportarlas de
la misma forma en secreto a Francia, además de codificar
las comunicaciones telefónicas y los correos
electrónicos entre los miembros del equipo, mantener en
secreto sus conclusiones y poner en marcha un estudio
señuelo (Mendoza, 2012).

En marzo 2013, durante la semana nacional en defensa de
la semilla libre de transgénico, celebrada en Costa Rica,
Gilles-Eric Séralini ofreció una videoconferencia a
académicos, estudiantes, ambientalistas y periodistas
reunidos en el auditorio de la Ciudad de la Investigación
de la Universidad de Costa Rica; donde expuso
categóricamente que el maíz y soja
transgénicos contienen Roundup, el más
fuerte herbicida del mundo, que fue el que produjo en ratas de
laboratorio alteraciones hormonales, renales, hepáticas,
tumores de mama y en otras zonas. Afirmó
categórico: Los transgénicos son tóxicos
para la salud humana
, en referencia a los efectos de tumores
registrados en la investigación con ratas alimentadas con
maíz modificado en laboratorio por Monsanto; las
hembras murieron a los ocho meses y los machos al año.
Según el experto en biología molecular, la
investigación arrojó la conclusión de que el
Roundup afecta las funciones del sistema endocrino y
altera el desarrollo hormonal. Además denunció que
Monsanto realizó un experimento con 40 ratas que
ingirieron alimento transgénico, durante tres meses y les
tomaron muestras de sangre para su análisis, pero los
resultados fueron clasificados como confidenciales. Nosotros
empleamos con cada rata de 50 a 60 parámetros, 11
mediciones por ejemplar y en total trabajamos con 200 roedores,
10 para cada bioquímica a analizar y sentenció que
este experimento, ha sido la investigación más
rigurosa conocida hasta ahora (Cubadebate, 2013).

En este mismo contexto a principios de 2013 un grupo de
científicos del Instituto de Salud y Medioambiente de
Australia, encabezados por Judy Carmen como jefa del estudio, el
cual se desarrolló durante 5 meses, donde alimentaron a un
grupo de cerdos con una mezcla de maíz
transgénico y Roundup Ready soja ambos de Monsanto.
El estudio establece por primera vez la conexión directa
entre el consumo de transgénicos y daños
estomacales de los animales y sus resultados validan los datos
del experimento conducido por Séralini, sobre los efectos
en ratas alimentados con maíz GM. La
selección de la mezcla se basó en que es de las
mezclas más comunes usadas en la alimentación del
ganado. Los resultados del estudio llamaron la atención de
los científicos, ya que los cerdos alimentados con
transgénicos acabaron presentando un útero un 25%
más pesado y mostraban una tasa de inflamación
estomacal dos veces más alta. Entre las posibles
patologías se registraron hiperplasia endometrial,
endometritis, endometriosis, adenomiosis, engrosamiento de la
miometrio y pólipos. Estos cerdos corrían un riesgo
de inflamación estomacal 2.6 veces mayor que el de los
cerdos del grupo de control. Los machos resultaron más
seriamente afectados. Las hembras resultaron ser 2.2 veces
más propensas a la inflamación estomacal, mientras
que los varones lo fueron cuatro veces más. Los
investigadores subrayan que este estudio, es el primero que
abarca un periodo tan prolongado y lo consideran de una gran
importancia estadística y biológica (Carmen,
2013).

Siguiendo con el tema y como corolario desde el
año de 1995, la Comisión Federal contra Riesgos
Sanitarios
(COFEPRIS), ha entregado 112 autorizaciones
a trasnacionales para que sus organismos genéticamente
modificados sean consumidos por la población mexicana. El
caso es que desde 2002, la COFEPRIS autorizó el
consumo humano del maíz MON603, el mismo
maíz GM que Séralini y su equipo demostraron
que causó tumores y muerte prematura a ratas alimentadas
con este transgénico, ya que el experimento fue
contundente, ya que la prueba fue con 200 ratas alimentadas
durante dos años, las que desarrollaron cáncer
entre un 60-70 por ciento de los individuos. No obstante que los
resultados de la investigación, se dieron a conocer en
septiembre de 2012, pero tuvieron implicaciones internacionales y
colocaron en entredicho la inocuidad de los transgénicos.
Al respecto Rusia suspendió toda importación
de semillas de ese maíz GM, bajo el principio de
precaución; mientras que el gobierno socialista
francés encomendó a su respectiva Agencia
Nacional de Seguridad Sanitaria
una evaluación del
trabajo de Séralini y su equipo. En México el
gobierno de Enrique Peña Nieto, se encuentra en las nubes
y podría conceder cinco autorizaciones para la siembra
masiva de este grano tóxico (Mendoza, 2012).

El Dr. Schuber, cita experimentos donde Fares y El-Sayed
demostraron que ratones alimentados con papas Bt sufrieron
la aparición de células estructuralmente
anormales en el intestino
. Así como también
otros estudios informaron sobre cambios
histopatológicos en el riñón y el
hígado 
de las ratas alimentadas con
maíz Bt. Como en otros se
presentaron cambios en los niveles de urea y en la
proteína 
de la orina de las ratas alimentadas con
arroz Bt". Por lo que en opinión de este
científico, sobran investigaciones que demuestran que la
proteína Bt puede actuar a la vez como
alérgeno en humanos, toxinas en animales y seres humanos.
Luego de mencionar estas investigaciones, enfatizó que lo
más importante para la salud de la población
mexicana es que si se permite la introducción del
maíz Bt, un enorme número de personas van a
consumir cantidades de la toxina Bt que serán en
dosis de miles de veces más altas que lo que
ocurría anteriormente. Y finalmente concluye este
renombrado científico, que la siembra de maíz
GM
no traerá ningún beneficio para
México, sino que representará un enorme peligro
para la salud de la población mexicana (de León,
2013).

Un estudio científico publicado por el Ministerio
de Salud de Austria en el 2008, analizó los efectos de un
maíz transgénico con ambos caracteres
(NK603xMon810) y llegó a la conclusión que el
consumo de ese maíz redujo la fertilidad en ratas de
laboratorio alimentadas con éste, además de otros
efectos. Este y otros estudios, entre ellos sobre los impactos
ambientales de maíz insecticida, motivaron que varios
países europeos, entre ellos Austria, Alemania, Francia y
Grecia, prohibieran el cultivo de maíz transgénico
en sus países (Ribeiro, 2010).

Los
transgénicos no resuelven los problemas de
alimentación

Los alimentos transgénicos, al menos los que
hasta hoy conocemos, no contribuyen a aumentar la
producción de alimentos sanos. La gran mayoría de
los diseños responden a problemas de plagas o de
estrés ambiental (por ejemplo suelos), y casi ninguno
eleva los rendimientos o la productividad. Por otro lado, si bien
no hay evidencias directas de daños posibles a la salud
humana (aunque existen ya reportes sobre impactos sobre animales
de laboratorio), el daño potencial por
contaminación genética es inimaginable. No se sabe
qué pasará, y en cuánto tiempo, con estos
organismos genéticamente manipulados en relación
con el resto de la agrodiversidad y de todo el mundo vivo. Es
como dejar sin control una planta nuclear, con la diferencia de
que los efectos de la radiactividad son más visibles y
obvios que los de la modificación genética de
organismos. Hoy estamos frente a fenómenos muy
preocupantes. Por ejemplo la muerte de las abejas en amplias
regiones de Estados Unidos y China, y esto al parecer es el
resultado de muchos años de uso indiscriminado de
pesticidas químicos que han provocado la depresión
inmunológica de esos insectos. El 80% de los alimentos del
ser humano requieren de ser polinizados por insectos, aves,
murciélagos y otros. Entonces en este contexto podemos
echar a volar la imaginación de lo que podría pasar
con los impactos impredecibles de la contaminación
genética (Toledo, 2009).

La primera evaluación global y exhaustiva que se
realizó sobre el desarrollo de la agricultura con la
participación de cuatrocientos científicos
arrojó la conclusión de que los cultivos
transgénicos no son una opción para alimentar al
mundo en el año 2050. Para asegurar un mundo sano y
habitable en las próximas décadas, la
evaluación se inclinó por un enfoque orientado a
los sistemas que se ajusten a las condiciones y culturas locales.
Concluyó que este modelo responde mejor a las necesidades
de la agricultura que aquél que se concentra en las nuevas
tecnologías que apuntan exclusivamente a la productividad
del mercado: Históricamente, el camino del desarrollo de
la agricultura global ha estado más concentrado en el
crecimiento de la productividad que en una integración
más holística de la administración de los
recursos naturales con una seguridad alimenticia y nutricional.
Es preferible un enfoque holístico, u orientado a los
sistemas, porque puede tratar las dificultades relacionadas con
la complejidad de los alimentos y otros sistemas de
producción en diferentes ecologías, localidades y
culturas (EICCTA, 2009).

Transgénicos, sin ventajas para el
consumidor y el clima

Desde tiempo, los transgénicos han sido
promocionados como una tecnología capaz de generar plantas
resistentes a los efectos nocivos del cambio climático. En
este caso, resistentes a suelos salinizados, la sequía,
falta de agua o heladas (Mendoza, 2012).

 La biotecnología aplicada a cultivos
agronómicos y en manos del interés privado, hasta
el momento, no han traído ventajas agronómicas ni
sociales que puedan compensar los costos. Pues hasta ahora la
ingeniería genética no ha logrado crear organismos
resistentes a la sequía o a las heladas, porque el
conocimiento se encuentra todavía en un nivel
básico. Actualmente no existe ninguna que tenga esta
cualidad. La falta de éxito a que la resistencia no se
basa solamente en un gen sacado de un organismo y metido a otro,
sino de muchos genes en acción concertada. Se requieren
aproximaciones que son mucho más complejas que las que son
utilizadas para hacer transgénesis tradicional
(Piñeyro, 2012, citado por Mendoza, 2012).

 La ingeniería genética en manos de
las corporaciones privadas, no ha hecho al mundo menos inseguro
alimentariamente, no ha alimentado a los pobres, no ofrece
respuestas a los retos que tienen que ver con una
población creciente o con el cambio climático, ni
para el consumidor, puesto que a éste último el
alimento modificado no le ofrece más proteínas,
más vitaminas o más minerales (Mendoza,
2012).

 Con el fin de darse una idea tan sólo el
maíz contiene 50 mil genes y se estima que la respuesta de
la planta a la sequía involucra de 500 a 1 000 genes.
Entonces a falta de recursos, la biotecnología introduce a
los organismos un gen de otra especie con la idea de que va a
movilizar toda la maquinaria genética. Lo que es lo mismo
que creer que un gen puede sustituir el trabajo de 500, eso es lo
único que hasta ahora puede hacer la ingeniería
genética. Por ejemplo cita a la extremófila, una
planta australiana llamada así porque vive en condiciones
extremas. Es decir puede reverdecer y crecer luego de haber
perdido hasta un 85 por ciento de su agua interna. Pues de ella
se ha sacado el gen responsable de esta característica y
se introduce al maíz con la idea de darle al
maíz GM resistencia a la deshidratación. La
reacción es impredecible, pero lo más seguro es que
no sea resistente a la sequía, porque como, ya se dijo
para esto participan muchos genes y otras muchas condiciones en
acción concertada (Turrent, 2012, citado por Mendoza,
2012). 

Riesgos de las
modificaciones de los transgénicos al ser
liberados

Los riesgos de que estos organismos sufran
modificaciones una vez liberados varían de acuerdo con su
construcción genética, pues se desconoce
cómo se van a comportar en el ambiente, en situaciones
distintas a aquellas en las que fueron creados, además de
que se ignora si representan un riesgo para el consumo animal o
humano. Por ello Greenpeace ha externado su
preocupación por este hecho y ha recomendado tomar
precauciones antes de liberar a los organismos
transgénicos, pues se podrían generar problemas
ambientales a mediano y largo plazos que se sumarían a los
existentes. Los posibles efectos pueden no ser evidentes en las
primeras generaciones que adquirieron la modificación sino
años después; entre ellos destacan: acentuar la
pérdida de variedades criollas y comerciales
(erosión genética) por la sustitución de
estos cultivos innovadores en los que se busca la homogeneidad de
materiales; una vez ocurrido el flujo genético, si las
especies que adquieran los transgenes mantienen las ventajas
adaptativas introducidas pueden desplazar a otras especies del
mismo ecosistema; las condiciones ambientales, pueden traer
efectos negativos en el desarrollo de las especies que
adquirieron los transgenes; acelerar el desarrollo de resistencia
de los organismos patógenos para los que se
diseñaron los cultivos. En el caso de la resistencia a
insectos (presente en 29 por ciento de los cultivos
transgénicos comerciales) las plantas producen su
insecticida durante toda su vida y esto significa la
exposición en todo momento de los insectos plaga a un
factor de presión, que en cualquier ser vivo obliga a
desarrollar mecanismos de resistencia; desarrollo de resistencia
a herbicidas en parientes silvestres, incluso en "malas hierbas o
malezas"; mayor presencia de herbicidas en los productos que se
consumen, el suelo y el agua, debido a que 70 por ciento de los
cultivos transgénicos comerciales han sido modificados
para resistir a herbicidas. Las cifras de 1999 del comercio de
estos productos muestran un aumento en ventas. Más
herbicidas también significa pérdida de diversidad
vegetal; efectos sobre organismos no blanco de la
modificación. Un indicio científico de esto fue
generado (mayo de 1999) por investigadores de la Universidad de
Cornell, que encontraron que el polen transgénico es
transportado por el viento y depositado sobre una planta
silvestre conocida como algodoncillo, alimento de las
larvas de mariposa monarca en territorio estadounidense. Los
investigadores dieron a las orugas algodoncillo espolvoreado con
polen de maíz Bt, y el resultado fue que el 50 por
ciento presentó menor crecimiento y murió
prematuramente (Greenpeace, 2000).

La crónica
de un desastre anunciado

Existen miles de formas de maíz, en equilibrio
hasta ahora, pero en riesgo ante la autorización del
gobierno mexicano durante el año 2009, de la siembra de
experimentos de maíz transgénico a campo abierto.
La propuesta de Monsanto y otras corporaciones está
basada en que los transgénicos permitirían
incrementar el rendimiento y resolverán el problema de
escasez de maíz, señalando que se reducirá
el uso de fertilizantes, se controlarán plagas y malezas,
con el uso de glifosato, lo que fue apoyado desde
posiciones claves en algunas dependencias mexicanas. Actualmente
existe un manejo monopolizado del comercio de semillas, producto
del cierre de la Productora Nacional de Semillas, lo que
afecta a los productores de maíz, no se ofrece semilla de
variedades de polinización libre (Espinosa et
al
., 2007), los precios de la semilla son los más
altos del mundo (USA: 1000 semillas a 1.34 dólares;
México: 1000 semillas 2.71 dólares), siendo
más caros aún los transgénicos (Espinosa
et al., 2008; Espinosa et al., 2009 a; Espinosa
et al., 2009 b;). Por otra parte los transgénicos
son específicos para áreas de buena productividad
(riego y buen temporal), con la ausencia para la agricultura
tradicional Espinosa et al., 2006). El transgén
no tiene contraparte en cromosoma homologo, se podría
replicar por lo cual su valor de adaptación sería
de 100%, presentándose en ambos cromosomas (homocigotica
dominante). A todas las plantas que reciben polen
transgénico podrían difundirlo. Lo anterior
significa que se generalizará la presencia del
transgén en regiones productoras de maíz y en pocos
ciclos todas las variedades nativas tendrán tantos eventos
transgénicos que no podrían sobrevivir y
sería una catástrofe genética, no
sólo para México, el daño sería para
la humanidad entera, se estará trastocando el reservorio
genético de mayor variabilidad para el cultivo más
importante para el mundo (Espinosa et al., 2008;
Espinosa et al., 2009 a). Se podría generalizar
la presencia de un evento en la mayoría de criollos, lo
que sería riesgo grave de una epifitia (Espinosa et
al., 2010).

Destrucción cultural del país y
regreso al latifundio

Frente a la problemática, de la
autorización de la siembra de maíz GM en
2009, se puede plantear dos escenarios posibles: que los
mexicanos consuman el maíz y enfermen
o que dejen
de consumirlo
. Sin embargo, es necesario considerar que
obligar a los pueblos campesinos e indígenas a dejar de
consumir maíz porque está envenenado es igual a un
genocidio; que significa la destrucción cultural del
país, es decir un crimen mucho más grave que
cualquier otro crimen que podría cometer el gobierno
mexicano. Luego de 6 años de gestión, Felipe
Calderón Hinojosa
dejó una estela de sangre, de
destrucción ambiental de las aguas, la erosión de
los suelos, la contaminación del aire y la
contaminación del organismo de los mexicanos; pero la
autorización de siembra de maíz
transgénico,
es quizá el mayor crimen que
podría cometer un gobernante en un país como
México. La autorización de estas siembras,
además de impulsar el acaparamiento de tierras y por tanto
el regreso al latifundio, es un acto de destrucción. La
destrucción de la diversidad genética de los
maíces criollos, pero también la afectación
de la salud de todo el pueblo de México. Los
maíces GM son un arma de destrucción masiva.
El maíz transgénico se convierte en un acto
de invasión del territorio nacional y de pérdida de
soberanía del Estado mexicano. Un crimen orquestado
con premeditación, alevosía y ventaja. Un atentado
contra la humanidad, contra uno de los cultivos centrales en la
alimentación de todos los pueblos del mundo. Están
destruyendo a uno de los patrimonios de la humanidad para
beneficio de dos empresas transnacionales. Por este crimen, el
gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, el mismo
expresidente de México, así como quienes fueron sus
secretarios de Agricultura y Medio Ambiente deben ser juzgados.
Entonces la aprobación de las siembras de maíz
transgénico tiene un impacto político y de
seguridad nacional. Por estas decisiones se prevé a largo
plazo la pérdida de productividad agrícola, mayor
dependencia alimentaria y tierras yermas. Con esto México
será absolutamente dependiente en términos de su
alimentación y un pueblo que es dependiente, que no puede
producir ni siquiera la comida que necesita para su subsistencia,
es un país condenado a la subordinación (Rosas,
2012). 

Impacto a la
agricultura

Si se autorizan las siembras, los agricultores
podrían encontrarse violando las patentes sobre
maíz transgénico sin saberlo; ya que sus parcelas
podrían contaminarse inadvertidamente y la trasnacional
podría acusarlos de usar genes patentados y obligarlos a
compensar a los dueños de las patentes (Monsanto),
como ocurre en Estados Unidos y Canadá (Grupo ETC, 2012).
Según información de la organización no
gubernamental Centro para la Seguridad Alimentaria
(CFS, por su sigla en inglés), con sede en
Washington, Monsanto cuenta con su propia policía
genética, que se encarga de vigilar las cosechas y
detectar cualquier contaminación de genes patentados
(Mendoza, 2012).

La Unión de Científicos Comprometidos con
la Sociedad (UCCS) en México, compartió a
mediados de diciembre 2013 varios datos que demuestran los
daños en la salud por el consumo de
alimentos derivados de transgénicos y
agrotóxicos asociados. Los resultados
científicos fundamentan una prohibición
total a la liberación de maíz transgénico en
su centro de origen, México
. De lo contrario, la
acumulación del transgen se tornaría irreversible,
y con ello se cancelaría la soberanía
alimentaria
, y se afectaría negativamente a los
campesinos, a la producción del alimento básico y
la salud de los mexicanos, como así también a la
seguridad alimentaria mundial (de León, 2013).

Aunque los campesinos pobres no tienen la capacidad de
pagar estas nuevas tecnologías, pero su siembra se puede
contaminar vía flujo genético. De ocurrir esto, se
ignora qué impacto tendrá a mediano y largo plazos.
Entonces los campesinos no sólo enfrentarán la
presencia de nuevos genes en sus cultivos, sino que
también enfrentarán un problema legal, pues los
transgenes están patentados, donde usarlos es ilegal y
comprar semilla será muy cara (Greenpeace,
2000).

La concentración en este sector agropecuario es
grave, porque no sólo se genera la dependencia de los
campesinos a la adquisición de las semillas, sino
también porque, en el caso de maíz, si se liberan
los cultivos comerciales GM, entonces Monsanto va a
intentar contaminar y acabar con la biodiversidad del
maíz, para extender la presencia de sus productos y
obligar a que la gente compre semilla comercial, aunque no tenga
dinero, ni tampoco costumbre de hacerlo. Porque el maíz es
un grano que los campesinos acostumbran guardar y seleccionar
para sus próximas siembras (Ribeiro, 2007, citado por
Enciso et al., 2007).

Tan sólo 10 empresas controlan 95 por ciento del
mercado mundial de semillas comerciales que tiene un valor de 30
mil millones de dólares, esta lista la encabeza en primer
plano la gigante Monsanto. Esto es grave porque la
propiedad de las semillas es el primer eslabón de la
cadena alimentaria que tiene implicaciones de muy largo alcance
para la seguridad alimentaria global, entonces dios nos agarre
percinados, al quedar en manos de las transnacionales. Pues su
importancia radica en que estas semillas son la base de la
alimentación mundial (Enciso et al., 2007).

Contaminación transgénica
inminente

Instituciones, investigadores, organizaciones sociales y
expertos han expresado el riesgo que significaría para el
maíz y sus variedades nativas la siembra masiva del
organismo modificado, por el inminente contagio de las razas
originarias (Mendoza, 2012).

 Por ser el maíz una especie de
polinización abierta, la información
genética de los maíces cultivados en México
está en constante intercambio, y el uso de maíces
genéticamente modificados no sería la
excepción. Después de que se publicaran las cinco
solicitudes de las trasnacionales Monsanto y
Dupont/Pionner para sembrar su maíz patentado en
Sinaloa y Tamaulipas, expresó su cautela en cuanto a la
liberación al ambiente de maíz genéticamente
modificado (CONABIO, 2012).

En un estudio reciente, dado a conocer en octubre 2012
(Mendoza, 2012), se demostró que la capacidad de flujo
génico del algodón transgénico cultivado en
el Norte del país, cuyos genes aparecieron en poblaciones
de algodón silvestre en Oaxaca y Chiapas. El
descubrimiento revela la imposibilidad de controlar lo que pasa
con una planta mucho menos promiscua que el maíz (Wegier
et al., 2011).

 Por lo anterior resultaría
técnicamente imposible mantener un cerco en torno a las
múltiples áreas cultivadas. Tampoco sería
factible tener la capacidad técnica (ni financiera) para
monitorear el flujo génico hacia todas las zonas
circundantes donde prevalecen las semillas nativas, pues la
contaminación transgénica avanzaría
irremediablemente hacia todas las zonas libres del país
(Mendoza, 2012). Mucho menos habrá capacidad para reparar
los daños (Catherine Marielle, Com. per., 2011 citada por
Mendoza, 2012).

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Monografias.com

 

 

Autor:

Fernando Nájera Martínez

Stgo. Papasquiaro, Dgo. a
23/08/2014.

 

Partes: 1, 2
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